Son casi las nueve de la mañana, casi la hora de salir de una aburrida guardia. Hoy es viernes, así que sólo piensas en llegar a casa, comer algo y descansar el resto del día: a media tarde has quedado para hacer unas cervezas con los amigotes.
Mientras recoges tus bártulos entra por la puerta tu relevo. No te cae muy bien, con ese uniforme tan perfecto, tan bien planchado y esa cara de superioridad... pero siempre llega veinte minutos antes de hora. No todo es malo en el chaval, ¿verdad?
Antes de que puedas abrir la boca para saludar, una alarma salta en el ordenador. No me jodas, piensas, no son horas. Cuando te giras para ver de que se trata, sientes como la sangre huye de tu rostro. Al menos 300 misiles se dirigen hacia los Estados Unidos. Te quedas en blanco, no sabes que hacer, a pesar de que te has entrenado durante mucho tiempo para esto. Tu compañero pregunta qué ocurre, y tras dos segundos de vacilación, retomas el control. Aún es tu guardia, por lo que estás al mando. Le ordenas que active los protocolos de seguridad mientras que marcas el número del General. Parece que esta tarde te vas a quedar sin cervezas, colega...
Una voz firme, autoritaria y serena suena al otro lado del auricular, pidiendo explicaciones. Señor, buenos días. Tengo el deber de informarle de la existencia de un ataque nuclear masivo de nivel MAO-3. La procedencia es la Unión Soviética, Señor. Se hizo el silencio. En ese momento te das cuenta de lo aguda que ha sonado tu voz al lado de la del General. No puedes evitar sentir envidia.
¿Estás seguro de lo que dice, muchacho? Ahora él suena más amable y condescendiente; no se cree lo que le estoy diciendo. Totalmente, Señor, dices intentando que el tono sea duro como una roca. En tal caso, contesta, active los protocolos correspondientes y asegúrese de mantenerse en contacto en todo momento. A sus órdenes, Señor, respondes mientras activas el resto de líneas. Definitivamente, adiós a las cervezas.
Mientras recoges tus bártulos entra por la puerta tu relevo. No te cae muy bien, con ese uniforme tan perfecto, tan bien planchado y esa cara de superioridad... pero siempre llega veinte minutos antes de hora. No todo es malo en el chaval, ¿verdad?
Antes de que puedas abrir la boca para saludar, una alarma salta en el ordenador. No me jodas, piensas, no son horas. Cuando te giras para ver de que se trata, sientes como la sangre huye de tu rostro. Al menos 300 misiles se dirigen hacia los Estados Unidos. Te quedas en blanco, no sabes que hacer, a pesar de que te has entrenado durante mucho tiempo para esto. Tu compañero pregunta qué ocurre, y tras dos segundos de vacilación, retomas el control. Aún es tu guardia, por lo que estás al mando. Le ordenas que active los protocolos de seguridad mientras que marcas el número del General. Parece que esta tarde te vas a quedar sin cervezas, colega...
Una voz firme, autoritaria y serena suena al otro lado del auricular, pidiendo explicaciones. Señor, buenos días. Tengo el deber de informarle de la existencia de un ataque nuclear masivo de nivel MAO-3. La procedencia es la Unión Soviética, Señor. Se hizo el silencio. En ese momento te das cuenta de lo aguda que ha sonado tu voz al lado de la del General. No puedes evitar sentir envidia.
¿Estás seguro de lo que dice, muchacho? Ahora él suena más amable y condescendiente; no se cree lo que le estoy diciendo. Totalmente, Señor, dices intentando que el tono sea duro como una roca. En tal caso, contesta, active los protocolos correspondientes y asegúrese de mantenerse en contacto en todo momento. A sus órdenes, Señor, respondes mientras activas el resto de líneas. Definitivamente, adiós a las cervezas.
Basado en El incidente de la cinta equivocada: Poco antes de las 9 de la mañana del 9 de noviembre de 1979, los ordenadores del NORAD en Monte Cheyenne, el Mando Nacional Militar del Pentágono y el Mando Alternativo Nacional Militar en Fort Ritchie (Maryland) notificaron súbitamente la existencia de un ataque nuclear soviético masivo.
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