domingo, 16 de septiembre de 2007

El largo adiós

Siempre llegas tarde. No hay forma de encontrar esta maldita carretera con un tráfico ni mínimamente fluido. Pasan los minutos arrastrándose, mientras que el calor quema el tiempo fuera del coche.

Siempre llegas tarde. Tic, Tac, el reloj de pulsera marca los segundos ajeno a lo infinito que se puede hacer el tiempo. La misma medida para estados diferentes. Sientes como se expande tu percepción, incluso negando la misma existencia del tiempo. No hay límites en ese momento. Y acto seguido sientes todo lo contrario. Su peso te aplasta, se introduce en tus pulmones y te quita el aire que necesitas para continuar… como un avatar de la muerte.

Siempre llegas tarde. Parece que se mueve un poco la fila. ¿Y si me cambio? Bah, estoy abonado a la ley de Murphy: haga lo que haga será peor de lo que tengo ahora. Dudo entonces si la acción es totalmente reaccionaria, creándose una curiosa paradoja: si actúas, retrocedes, si elijes la pasividad, fracasas.

Siempre llegas tarde. ¿Por qué demonios no me busco otro medio de salir del trabajo? ¿Y si lo cambio? No podría, no sé hacer otra cosa. Necesito este trabajo, debo pagar todo lo que compré. ¿Venderán también tiempo? Me vale incluso en tetra brick. Lo necesito también. ¿Hay algo que no sea vital para mi existencia?

Quizás yo mismo.

3 comentarios:

Oshimatoti dijo...

Me encanta...

crápula dijo...

joder tronco, que profundo.

Como no me gusta ser distinto del resto yo tambien me he apuntado a la fiebre blogera; eso si, con unos temas mas mundanos y que, realmente, no le interesarán a nadie.
Pero ahí esta
http://demayorjefe.blogspot.com

ya me dirás!

Siento haber llegado tarde!!

Anónimo dijo...

Me encantaría que no dependieses del reloj y que no tuviesemos tampoco tiempo para estar juntos y poder disfrutar de las maravillosas vistas de nuestro nuevo piso.
Que fantástico es no llevar el tiempo colgado de la muñeca, cuando se nos esta permitido esa sensación de libertad es maravillosa.