Esta mañana he visto mientras desayunaba un debate en una televisión autonómica sobre el caso Novartis. En él, los dos contrincantes esgrimían las típicas actitudes populistas. El defensor, un catedrático de Economía (vestido de traje, pelo canoso y barba cuidada, cara de "un siete con dos no es un notable") decía que las patentes son buenas porque de esta forma se estimula la investigación. Se enfrentaba a un responsable de Médicos Sin Fronteras (jersey de lana azul, calvete, afable y con barba de batalla) que atacaba diciendo que darle la patente a Novartis significaría acabar con la industria del genérico en la India. En medio, la moderadora. Bueno, o eso creía yo que era su rol, porque se dedicó a dar argumentos a favor de MSF.
A los dos minutos de cháchara intrascendente y llenos de tópicos, llegué a la conclusión de que si quería sacar algo en claro, tendría que buscarme la vida.
Parece un caso muy interesante, ya que se enfrentan derechos que en nuestra sociedad actual son inalienables: la propiedad privada y la salud pública. No podemos negar que lo correcto es anteponer la salud antes que los beneficios, ¿no? Bien, pues yo creo que de interesante no tiene nada, y que no tiene nada que ver una cosa con la otra.
Me explico: todo trabajo necesita de una retribución, ya que esa es su definición. Si no existe el pago, se le llama voluntariado o como queráis, pero no es trabajo. Por otro lado, las patentes se hacen sobre cosas o servicios, no sobre ideas. Las ideas, como diría Platón, son el origen perfecto de lo que se refleja en nuestra realidad. Mi idea puede ser la locomotora, pero hasta que no fabrique una no puedo pedir retribución por ella.
Y llegando hasta el final, ni tan siquiera el diseño me pertenece: otro puede mejorarlo o tener una cadena de producción más eficiente y vender lo mismo más barato. Así sí que estimulamos la innovación, y no con trabas absurdas. Y así se ayuda al Tercer Mundo, no con limosnas o medicinas "gratis total".
Ojo, pero eso sí, todos con las mismas reglas de juego, nada de niños explotados cosiendo balones casi perfectos.
A los dos minutos de cháchara intrascendente y llenos de tópicos, llegué a la conclusión de que si quería sacar algo en claro, tendría que buscarme la vida.
Parece un caso muy interesante, ya que se enfrentan derechos que en nuestra sociedad actual son inalienables: la propiedad privada y la salud pública. No podemos negar que lo correcto es anteponer la salud antes que los beneficios, ¿no? Bien, pues yo creo que de interesante no tiene nada, y que no tiene nada que ver una cosa con la otra.
Me explico: todo trabajo necesita de una retribución, ya que esa es su definición. Si no existe el pago, se le llama voluntariado o como queráis, pero no es trabajo. Por otro lado, las patentes se hacen sobre cosas o servicios, no sobre ideas. Las ideas, como diría Platón, son el origen perfecto de lo que se refleja en nuestra realidad. Mi idea puede ser la locomotora, pero hasta que no fabrique una no puedo pedir retribución por ella.
Y llegando hasta el final, ni tan siquiera el diseño me pertenece: otro puede mejorarlo o tener una cadena de producción más eficiente y vender lo mismo más barato. Así sí que estimulamos la innovación, y no con trabas absurdas. Y así se ayuda al Tercer Mundo, no con limosnas o medicinas "gratis total".
Ojo, pero eso sí, todos con las mismas reglas de juego, nada de niños explotados cosiendo balones casi perfectos.
Para más información, visitad el FAQ de Novartis, la página
de MSF y la entrevista a Tido von Schoen-Angerer, director
de la Campaña para el Acceso a Medicamentos Esenciales
(Came)de MSF.
de MSF y la entrevista a Tido von Schoen-Angerer, director
de la Campaña para el Acceso a Medicamentos Esenciales
(Came)de MSF.
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