Como habéis podido ver, desde hace un par de semanitas hay un collage de flickr en la columna de la derecha. En él, se pueden ver las imágenes de un desvencijado sillón de oficina, camino de su descanso eterno.
Muchos de vosotros pensareis que estoy como un cencerro al hacer un homenaje a este ya muerto objeto, pero es que no sabéis el aprecio que le tengo. La verdad, no por nada especial, pero es que este sillón y yo hemos vivido muchas cosas juntos.
Llegó a mi vida cuando trabajaba en Barcelona, en una consultora. El sillón ya dormía el sueño de los justos en la séptima planta del edificio cuando se decidió deshacerse de él. En esos momentos, entre otras muchas tareas, mi función era hacer sitio en esa planta para alojar a un nuevo workgroup de consultores. Tiramos mesas, sillones, archivadores, sillas... pero cuando llegó a mis manos, me enamoré de él. No era capaz de permitir que sufriera el mismo destino que sus compañeros de sala. Y así, con ese brazo en espuma viva y la piel desgarrada, le hice un hueco en mi casa.
Para llevarlo allá, también tuve mucha historia. Como ya he dicho, ejercía muchas funciones en esa consultora, y otra de ellas era la gestión de mensajería. Así que les pedí que me lo llevaran a casa, ya que no me podía llevarlo en mi Honda Scoopy, que era con la que me movía por la ciudad condal. Bien, después de tres días y tres mensajeros que no eran capaces de encontrar mi casa, (mira que es fácil, vivía en Collblanc, detrás del Mini Estadi), por fin llegó.
Al llegar, mis compañeros de piso se rieron de él, tachándolo de viejo y "hecho polvo". Aunque fuera cierto, todo el mundo coincidía al sentarse en él que era de lo más cómodo y funcional... no en vano había servido como sillón a un Associate Parner de la firma, y esta gente no se sienta sobre cualquier cosa... sobre cualquier persona sí, pero eso es otro tema que no tiene nada que ver.
Tras acabar mi periplo en Barcelona, me trasladé de nuevo a Palma, mi ciudad natal, y volví a juntarme con otros amigos en un piso de la céntrica calle Bonaire. Allá también se volvieron a reír de él, pero todos se sentaban. Partidas de rol y de ordenador online, cenas, sesiones maratonianas de formula 1 (¡¡viva Montoya!!)... de todo ha visto este sillón. Al cabo de un par de años, conocí a mi actual esposa y, al irnos a vivir juntos, el sillón también se vino conmigo. Otro año más en el pisito de enamorados.
Pero todo tiene su fin. Los cortes en la piel eran cada vez más grandes, y el brazo ya mostraban el esqueleto. Además, las ruedas estaban destrozadas, y a parte de no girar, dejaban mucha suciedad en el suelo. Por eso, con dolor en el corazón, decidimos que ya había llegado su momento. Había postergado su muerte por más de seis años, pero su estado ya no era compatible con la vida.
Ahora lo sustituye dos sillones que, aunque cómodos, no tienen ni mucho menos la misma personalidad que ese, mi sillón de piel verde. Siempre en mi recuerdo y en mi memoria, adiós, viejo amigo.
Te hecho de menos.
Muchos de vosotros pensareis que estoy como un cencerro al hacer un homenaje a este ya muerto objeto, pero es que no sabéis el aprecio que le tengo. La verdad, no por nada especial, pero es que este sillón y yo hemos vivido muchas cosas juntos.
Llegó a mi vida cuando trabajaba en Barcelona, en una consultora. El sillón ya dormía el sueño de los justos en la séptima planta del edificio cuando se decidió deshacerse de él. En esos momentos, entre otras muchas tareas, mi función era hacer sitio en esa planta para alojar a un nuevo workgroup de consultores. Tiramos mesas, sillones, archivadores, sillas... pero cuando llegó a mis manos, me enamoré de él. No era capaz de permitir que sufriera el mismo destino que sus compañeros de sala. Y así, con ese brazo en espuma viva y la piel desgarrada, le hice un hueco en mi casa.
Para llevarlo allá, también tuve mucha historia. Como ya he dicho, ejercía muchas funciones en esa consultora, y otra de ellas era la gestión de mensajería. Así que les pedí que me lo llevaran a casa, ya que no me podía llevarlo en mi Honda Scoopy, que era con la que me movía por la ciudad condal. Bien, después de tres días y tres mensajeros que no eran capaces de encontrar mi casa, (mira que es fácil, vivía en Collblanc, detrás del Mini Estadi), por fin llegó.
Al llegar, mis compañeros de piso se rieron de él, tachándolo de viejo y "hecho polvo". Aunque fuera cierto, todo el mundo coincidía al sentarse en él que era de lo más cómodo y funcional... no en vano había servido como sillón a un Associate Parner de la firma, y esta gente no se sienta sobre cualquier cosa... sobre cualquier persona sí, pero eso es otro tema que no tiene nada que ver.
Tras acabar mi periplo en Barcelona, me trasladé de nuevo a Palma, mi ciudad natal, y volví a juntarme con otros amigos en un piso de la céntrica calle Bonaire. Allá también se volvieron a reír de él, pero todos se sentaban. Partidas de rol y de ordenador online, cenas, sesiones maratonianas de formula 1 (¡¡viva Montoya!!)... de todo ha visto este sillón. Al cabo de un par de años, conocí a mi actual esposa y, al irnos a vivir juntos, el sillón también se vino conmigo. Otro año más en el pisito de enamorados.
Pero todo tiene su fin. Los cortes en la piel eran cada vez más grandes, y el brazo ya mostraban el esqueleto. Además, las ruedas estaban destrozadas, y a parte de no girar, dejaban mucha suciedad en el suelo. Por eso, con dolor en el corazón, decidimos que ya había llegado su momento. Había postergado su muerte por más de seis años, pero su estado ya no era compatible con la vida.
Ahora lo sustituye dos sillones que, aunque cómodos, no tienen ni mucho menos la misma personalidad que ese, mi sillón de piel verde. Siempre en mi recuerdo y en mi memoria, adiós, viejo amigo.
Te hecho de menos.
3 comentarios:
Joer nene!!! al principio me resultaba jocoso, pero no, al final. Me ha emocionado y te lo digo en serio. Todos tenemos objetos que nos han llegado a compartir nuestra vida con nosotros y han significado mucho para nosotros. La antitesis de un budista despegado por completo de cualquier vinculo material, pero que ostias que las cosas más simples que poseemos tiene su propio registro de nuestra vida.
Asi que mi querido amigo te acompaño en el sentimiento.
Un enorme abrazo. Y porque no también hombres, porque tambien saben quererse, tu Amigo.
LoBo o Miguel o como quien quiera que conozca mis diferentes nombres.
Manolo, yo que conocí los tres escenarios en los que se ha desarrollado este drama te dire que comparto estos momentos de aflicción con el corazon encogido.
PERO A VECES HAY QUE HACER SITIO para que otros futuros compañeros lleguen a nuestro lado.
Sinceramente: David
Tengo el gran honor de haber compartido este gran sillón con su propietario, aunque no haya conocido los 3 escenarios donde ha habitado.
Reconozco que aunque al principio no le tenía cariño, es el sillón más cómodo que podremos tener y me dió mucha pena el momento de la despedida, y era algo entre Manolo y él muy íntimo y especial y así se ha demostrado.
Manolo con tu reportaje de despedida también me he emocionado, él tambien lo hubiese hecho por un gran amigo como tu, que le ha cuidado desde que lo recogió, puedes estar seguro.
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