miércoles, 8 de agosto de 2007

Recuerda.


Mis ojos me duelen, noto el suelo frío que se cuela por mis huesos, todavía no he abierto los ojos y veo claridad en mis párpados, me duele todo el cuerpo. Al abrir los ojos miro mi cuerpo, sólo cubierto por un camisón desarrapado y húmedo, mi cara está empañada en lágrimas y al tocar mi pelo lo siento graso y sucio. Parece que la habitación donde estoy está muy iluminada pero no consigo ver la fuente de la luz, una luz blanca como un sol de invierno que se despertó radiante. Mi cuerpo no para de temblar, no sé si por el frío o por el miedo, mi mente no puede recordar nada, ni tan siquiera recuerdo mi nombre. Yo habría llegado sola hasta aquí. La habitación iluminada de luz blanca es grande, sin muebles de ninguna clase, un suelo embaldosado impoluto, radiantemente blanco en alto contraste con la luz que todavía no puedo ver de donde proviene. Tampoco veo el final de la estancia aunque a ambos lados de pared a pared habrá entre cinco o cuatro metros. Al final de la estancia empiezo a ver una mancha oscura que se va haciendo grande, mi cuerpo no para de temblar, una mancha que va cogiendo forma poco a poco, forma de alguien. ¡No estoy sola! Me embarga una emoción extraña entre alegría, pánico y confusión porque todavía no recuerdo que hago aquí y lo más importante que tan siquiera recuerdo mi nombre. Parece que soy como una recién nacida que está a punto de ver algo o a alguien por primera vez. Oigo los pasos de aquella forma que viene poco a poco. Cuando está lo suficientemente cerca descubro que es un chico, mi vergüenza hace que me cubra el cuerpo con las manos, sola e indefensa, el frío no cesa de llegar a mis huesos.
- ¿Hay alguien ahí? ¿Quién eres? - Dije yo a aquel chico que a pocos pasos de mi se sentó en el suelo y no paraba de observarme. No era muy alto, su pelo era completamente canoso y vestía de blanco, aunque en su jersey llevaba una mancha de hollín negro, pero su piel blanquecina de la cara se veía limpia, sin imperfecciones.
- ¿Dónde estoy? - Pregunté al chico que tenía delante.
- No lo sé. - Contestó él pausadamente. Su voz era dulce y fina.
- ¿Cómo que no lo sabes? ¿Qué hago aquí semi desnuda? ¿Porque no recuerdo nada ni tan siquiera mi nombre? ¿Me has drogado y violado aquí? ¿Quién coño eres tu? - Mi voz desafiante y mi cara empañada en lágrimas, acaloraban mi necesidad de respuestas.
- Preguntas demasiado. Como ya te he dicho no sé dónde estoy. Desperté en este lugar hace un par de horas y tampoco recuerdo nada. Sólo sé que tengo que esperar y no sé a que. No te puedo decir quien soy, porque yo tampoco lo sé. Desperté al final de este pasadizo, llevo dos caminando queriendo encontrar una salida y con lo único que me encuentro es contigo, el final del trayecto que limita la pared que tienes detrás y tampoco ninguna respuesta, no me preguntes tanto. - Su voz sonaba muy calmada y miraba fijamente a la pared que tenía detrás, en un principio creía que era a mi pero me equivoqué.
- ¿Dices que es tan grande este sitio? ¿Es igual por todo? ¿Has encontrado a alguien más? - Mi cabeza daba vueltas y esa mirada tan fija me ponía muy inquieta, sus ojos eran de un azul muy claro, casi sin vida.
- Sigues preguntando cosas. No he encontrado a nadie más. Y no hay absolutamente nada más que techo, paredes y suelo.
Esto debía ser una pesadilla no podía estar pasando, ni tan siquiera todavía recordaba mi nombre y quería recordar pero cada vez que esforzaba mi mente la cabeza me daba más vueltas.
- Deberíamos esperar los dos porque no hay nada más que encontrar. - Dijo el chico.
- Pero moriremos aquí. - Dije yo intentando reincorporarme.
- Quien dice que no estemos muertos ya.- Dijo él sin apartar su mirada fija.
- ¿Qué quieres decir? - Pregunté casi acusándolo de loco.
- ¿Respiras acaso? ¿Tienes pulso? Lo único que hace que pienses que estés viva son tus temblores, tu movimiento y tu percepción. ¿Pero el cuerpo no tiene motor? No hay aire en este sitio, sólo un frío intenso. - Dijo él mientras se ponía de pie.
Comprobé el pulso y me puso la mano en la boca intentando sacar aire. Pero por más que lo intentara no conseguía expulsar aire alguno. Mi caja torácica no se movía y no me latía el corazón.
- ¿Qué esta pasando aquí? - Mis rodillas toparon bruscamente con el suelo.

Me miré las manos y las froté unas con la una con la otra, en un juego infantil, demostrándome a mi misma que estaba ahí, que debía estar muy cansada y que por eso no notaba ni mi respiración, ni mi pulso. Me tumbé en el suelo, desplomándose mi cuerpo.
- Estas muerta a igual que yo, acéptalo sin más o pasarás mucho tiempo y verterás muchas lágrimas para lo inevitable. No somos fantasma porque nuestro cuerpo tocamos pero nuestro cuerpo es un cadáver animado sin vida. – Dijo el chico mientras se miraba sus manos.
- Entonces, ¿qué hacemos aquí? ¿Cuánto tiempo llevas tu aquí? – Dije sin levantarme del suelo, mirando a lo largo de todo el pasillo blanco que se abría ante mis ojos.
- Desde hace bastante tiempo no dejo de intentar recordar algo anterior a esto, algo anterior de cuando desperté de este lugar y solo puedo sentir sufrimiento y angustia en unos recuerdos que son fragmentos de cristales rotos. Recuerdo un despacho. A mi con varias mujeres en una habitación haciendo el amor y disfrutando de champagne. Luego a mí empuñando un arma. Pero no puedo dar relación a esas imágenes porque casi me cuesta reconocerme en ellas. Y créeme que hace años que lo intento. – Dijo el sin apartar la vista de sus manos.
- ¡Años! ¡Has dicho años! Esto es una puta pesadilla. Seguro que despertaré y recordaré quien soy. Tendré marido e hijos y una casa preciosa donde leeré poesía en cada atardecer junto a mis hijos. – Me puse de pie, no paraba de moverme arriba y abajo, no controlaba mi mente, parece como si todos mis sueños me vinieran a la cabeza, si realmente eran los míos y supiera que todo aquello que soñaba nunca iba a cumplirse. Esto tenía que ser una pesadilla. Mi agonía se acrecentaba cuando con nerviosismo me tocaba la muñeca. - ¡No tengo pulso! – No paraba de gritarlo, mis lágrimas salían y recorrían mis mejillas como un río triste y frío. – ¡No puede ser! ¡Quiero vivir! – De repente me vino la imagen en mi cabeza de mí en una bañera, donde me acariciaba las muñecas, me sentí triste, sin notar la alegría de notarme el pulso como ahora no lo sentía. – ¡Estúpida, estúpida! – Me pegaba en la cara.
- Así, no vas a solucionar nada, pero te entiendo yo también deliré durante un par de meses. Es como les pasa a los nuevos, he visto montones de casos que he perdido de vista en este sitio y nunca más he vuelto a ver. Eso si es un puto misterio. ¿Tu también desaparecerás? Si, si que lo harás, y me dejarás aquí en este sitio. Pero sabes, yo encontraré la respuesta porque tengo ya la paciencia, alguien sabrá ver mi paciencia y entonces me dará alguna respuesta, me esfuerzo por recordar y lo recordaré.- El chico se dio media vuelta y empezó a correr pasillo abajo. Arranqué a correr detrás de él. - ¡No! ¡No me dejes sola! – Pero la carrera fue inútil, lo perdí tras la luz blanca que había por todo, hasta donde me alcanzaba la vista. Decidí continuar, según él, esto tenía un final, si continuo hasta el otro extremo lo encontraré. Era al lo único que conocía aquí, y se siente igual de solo que yo.
Al cabo de un rato, las muñecas me picaban mucho, empecé a rascarme pero cuando el picor se hizo cada vez más insoportable, miré. Había escrito a sangre, dos palabras. "traición" y en la otra "amor" y empecé a llorar sintiéndome más sola que cuando desperté...

¿Te ha pasado algo extraño desde que estás aquí? – Le pregunté mientras cogía el otro extremo del tubo y le ayudaba a transportarlo. Él se paró me miró muy serio y luego soltó una carcajada estridente siguiendo hasta que quedó mudo otra vez.
Digamos que nada es normal por aquí niña. – El hombre continuó pero vaciló. – Si que me apareció una palabra en mi estomago después de un picor insoportable. – Dijo mientras se rascaba el estomago.
¿Puedo verla? – Pregunté dejando el tubo en el suelo.
¿No creo que te guste? Pero si es lo que quieres. – El hombre se descubrió su estomago y vi que había también una palabra ensangrentada como la de mis muñecas, era la palabra "Culpa".
¿No sabes su significado? – Pregunté mientras no dejaba de mirar la palabra.
No lo sé. Pero a veces he podido ver como una niña se precipitaba desde un edificio. Me sentí impotente. – Dijo el mientras agachaba la cabeza y se tocaba su estomago.
Puede ser que sea parte de tus recuerdos. Yo me vi en una bañera y tengo estas dos palabras en mis muñecas. – Le enseñé mis muñecas y él se rascó la cabeza. Puede que tengas razón, aún así no puedo recordar nada. El hombre se agachó otra vez para recoger su tubo pero cuando iba a hacerlo, el tubo animado por una fuerza invisible se clavó en su estómago. Yo empecé a gritar, la sangre bañaba el suelo y mis pies. El hombre se arrodilló con el tubo atravesado en su estomago y me dijo lo siento. En esos momentos cerré los ojos y empecé a gritar con todas mis fuerzas, pero cuando los volví a abrir, él ya no estaba y tampoco rastro alguno, ni de sangre, ni del tubo.
¡No! ¡Ya no puedo más! – Grité fuerte. Empecé a correr pasillo abajo donde había más luz. Tropecé con algo y caí al suelo.
En el suelo había una caja metálica algo oxidada. Me arrastré hasta llegar hacia ella y me senté en frente suya mirándola, como incapaz por un momento de saber su significado en un lugar tan extraño como este. Después de unos segundo y de acercar mi mano temblorosa, la abrí. Dentro había un par de fotografías, creo que era yo, estaba en un parque y sonriendo, parecía feliz y despreocupada. La siguiente estaba yo abrazada de un chico alto y moreno, noté mis ojos que se empañaban en lágrimas. ¿Porqué esta tristeza? Además había un sobre que abrí con mucho cuidado.
" Ya no soporto más la idea de estar sin ti. Respiro fuego noche y día porque el dolor que hay en mi pecho me quema al saber que otros brazos y manos te acariciarán. ¿Por qué?"
Giré el papel y estaba manchado con sangre, sentí que la cabeza me daba vueltas y me sentí desorientada como si muchas voces gritaran ese "¿Por qué?". Sentí un gran escozor en las muñecas y las noté húmedas por algo caliente. Mis muñecas estaban sangrando, sangraban sin cesar, perdía mis fuerzas y veía borroso. Negaba con mi cabeza lo que estaba sucediendo - ¡No! ¡Ya basta! – Grité con las fuerzas que me quedaban.
¿A quien le dices eso niña? – Alcé la vista y miré a un chico que era idéntico al de la foto.
¿Quién eres tu? – Pregunté mientras me sujetaba las muñecas.
No me reconoces, soy tu antiguo novio.- Su sonrisa provocó la ira de mis ojos.

Le miré a los ojos. Era un chico alto y apuesto con el pelo moreno y una pequeña cicatriz en la ceja que me resultaba muy familiar.
¿Ni siquiera recuerdo quien soy? – Dije lamentándome mientras me cubría el rostro con las manos.
Soy yo, Alejandro, tu novio. Llevo tiempo en este sitio buscándote y al final te he encontrado. Sólo quería decirte lo mucho que te ame y que entiendo que ahora no quieras saber nada de mi. – Dijo él mientras intentaba descubrirme la cara.
¡Ni te acerques, ni me toques! ¡Te odio! ¡Maldigo tu nombre! – Una furia salía de mi y sentía frío en mis muñecas. Sé que lo conocía.
¿Porqué lo hiciste? Eva. No tienes perdón. – Se giró de espaldas a mi y pude ver un cuchillo clavado en su espalda. – Ves lo que me hicieron, cuando te fuiste, también acabaron con mi vida.
¡No estoy muerta! ¡No sé quien eres! ¡Desaparece! – Lo empujé repetitivas veces. ¡Te odio!
Creo que pasaras mucho tiempo reflexionando sobre ello. – Aquella persona empezó a brillar con una luz blanca cegadora. Cuando pude ver bien y la luz que se iba disipando apareció ante mis ojos una niña que su cara me era familiar. Llevaba un cuchillo en las manos y en un solo movimiento se cortó una de sus muñecas. La sangre manchó el suelo y la niña se arrodillo y dibujó con su propia sangre la palabra "recuerda". Todo desapareció. No sabía como reaccionar y estaba temblando. Me miré otra vez las muñecas y cogí la caja de metal otra vez. Cerré los ojos y vi una discusión de mí y de Alejandro, él con la cabeza agachada y yo gritándole y lanzando todo lo de una mesa al suelo. Podía ver los fragmentos de vasos de cristal que se despedazaban al tocar el suelo y luego cogí otro vaso y se lo estampé en la cara a Alejandro. Él se marchó con la cara ensangrentada. - ¡Vete con ella! ¡Maldigo tu nombre!
Quedaba en aquel salón, sola, a oscuras, recordando todos esos momentos que pasamos juntos. El dolor fue insoportable. Me sentí sola, traicionada y sin saber como sería mi vida. El dolor era insoportable. Fui al baño, me desnudé lentamente, sintiendo el frío en mi cuerpo. Las lágrimas se mezclaron con el maquillaje que resbalan pequeñas lágrimas negras por la mejilla. En mi mano una navaja donde antes de entrar al baño grabé su nombre, Alejandro. Ahora en mi desnudez no importaba nada. Moriría porque ya mi vida no significaba nada. Llené la bañera y me sumergí en el agua hasta la cabeza. Me miré las muñecas y en mi mano sosteniendo una navaja temblorosa que segaría mi vida con aquel nombre del hombre que me la quitó antes. Corté lentamente mis venas de las muñecas y las sumergí en el agua. Sumergí la cabeza en el agua y todo se volvió oscuro hasta que luego se hizo claro y vi unas puertas negras. En sus puertas pude ver grabado un fragmento de escritura que decía:
"Muchos serán purificados, emblanquecidos y refinados; los impíos procederán impíamente, y ninguno de los impíos comprenderá, pero los entendidos comprenderán".
Ahora comprendo todo. Me quité la vida. Una vida que ahora solo puedo soñar que no puedo volver a atrás. Sigo con el frío en mi cuerpo y todos aquellos que he visto en este lugar... ¿También se habrán quitado la vida? Tengo que esperar y no sé el que... ¿Quizá una salida de este lugar? Alejandro ya no tiene nada que ver en esto. De hecho ya no lo odio a él si un caso me odio a mi por haber sido tan injusta con todos, incluida yo misma.

1 comentario:

Anónimo dijo...

precioso relato lobo siempre he imaginado así como se sentirian las personas que se suicidan. Gracias por deleitarme.